La historia transcurre en Dinamarca, un reino imaginario. El robo de los estornudos del rey es pretexto para

desarrollar la trama : alguien roba los estornudos, el corazón del reino, el reloj que hace girar la vida

cotidiana y todo se torno patas arriba. En otro plano, la obra es una reflexión sobre la vejez y el poder. El

poder como apariencia. El rey sabe que su tiempo ha pasado. Tal vez por eso se refugia en la comida y en el

sueño : huye de la realidad que ya no le reserva placeres. Padece, entre otros males, una falsa viudez. Su

mujer es una loca sin remedio que va de país en país. Su hija pronto encontrará un esposo. Su bufón, un enano

mudo, terminará por traicionarlo. El pregonero es el poder de verdad, el poder tras el trono. El rey parece

uno de esos santos a los que sacan en procesión una semana al año y el resto del tiempo se guardan en un

cuarto oscuro. El conde Rabipelao, cómica figura heroica, aparece -ya avanzada la historia- con su caballo,

cuyas patas se han gastado, un bulto de arroz chino y pretensiones de esclarecer el misterio de los

estornudos. Aunque su destino sea el montaje, la lectura de estas páginas puede considerarse un fin en sí

mismo. Nos hace falta practicar y divulgar esa idea : el teatro como lectura, el montaje instántaneo en el

mágico escenario de la mente.

Premio Nacional de Dramaturgia para la Niñez, 1998