La primera ciudad que recuerdo -- Sólo entonces aparté la vista de mi pasado -- Aparecieron un día en las

planicies amarillas -- No se sabe quién va más extraviado -- Si he aceptado contar otra vez cómo fue nuestro

viaje -- Vas tras una ciudad imponente y y encuentras una tumba -- Para entender la cáida de los incas --

Gonzalo Pizarro era el tercero -- Nunca habían sentido aquellos montes -- Días despúes vimos aparecer ante el

campamento -- Orellana, casi sin luchar, se convirtió -- por su llegada oportuna -- Acostumbrado a las

alamedas y los olivares -- Cuando el capitán Pizarro enloqueció -- A esa altura el río ya tenía unas cien

varas -- Si algo estaba lejos de nuestra intención -- Esta vez los sonidos eran tan indudables -- Era hora de

embarcarnos, pero también de decidir hacia dónde -- Estábamos cerca de la desembocadura del río Yavary -- A

medida que decendíamos el río iba cambiando -- Un día decidimos explorar la nueva orilla -- Habíamos vivido

muchas cosas, pero el hallazgo más extraño -- Luchemos con tanta energía y resistimos con tanta fiereza -- Las

selvas uniformes a los lejos -- Orellana hacía esfuerzos por obtener del indio -- La sal del mar se confundió

en nuestros labios -- Casi tan duro como mi viaje de diez meses -- Todavía a los sesenta y cuatro años Oviedo

-- De viaje rumbo a España, yo me sentía -- Pocos saben que el primer lugar de Europa -- Cuatro años más vivió

Pietro Bembo -- Hace apenas diez meses en marqués de Cafiere -- Falta ya poco para que zarpe nuestro barco --

Hay días en que vuelvo recordar al País de la Canela --