Retrato del artista cachorro / Dylan Thomas
By: Thomas, Dylan [autor].
Series: Literatura contemporánea Seix Barral no.16.Bogotá :, Seix Barral 1984Description: 165 paginas. ; 19 cm.ISBN: 9586141002.Subject(s): Cuento ingles -- siglo xxDDC classification: 823.91 /Item type | Current location | Collection | Call number | Vol info | Copy number | Status | Notes | Date due | Barcode | Item holds |
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Libros | Biblioteca Central | General | 823.91 / T454r (Browse shelf) | 8001 | 1 | Available | 8010010363 | |||
Libros | Biblioteca Central | General | 823.91 / T454r (Browse shelf) | 8001 | 2 | Available | DO | 8010013813 |
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Los duraznos -- Una visita a mi abuelo -- Patricia, Edith y Arnold -- La pelea -- Tosecita -- Exactamcomo los perros -- Donde corre el Tawe -- ¿Quién te gustaría que estuviera con nosotros? -- La vieja Garbo --ente
Retrato del artista cachorro (1940) es un libro de cuentos breves o colección de cuentos en prosa poética,
en el que hay mucho de autobiografía y mucho de cantina sórdida y provinciana. A todas luces los relatos son
autobiográficos. La actividad poética lo arrastró consigo y dejó solo a este maravilloso libro de cuentos, de
extrañas y a la vez simples narraciones perfectamente construidas. La obra contiene historias de vida: la del
propio autor y la de los familiares y amigos de su pueblo. Mucho más que un testimonio. Una de las cosas que
más sorprende del libro es la conjunción entre lo extraño y lo cotidiano, como si formaran parte de una
sustancia común. Los sucesos narrados son asuntos verosímiles que le suceden a un chico de provincias, primero
niño, más tarde adolescente.. En contraste con el resto de la obra de Thomas, lo que llama la atención del
Retrato... --única colección de relatos que como tal publicó en vida-- es la capacidad de dosificar el
lenguaje poético.. Así, un niño que ha ido a dormir a la casa del abuelo, y que escucha al viejo gritar en
sueños palabras del tipo ¡Arre! o ¡Sooo!, reconoce que por la mañana despertó tras haber tenido un sueño
lleno de caballos desbocados por una llanura que estaba atestada de muebles desperdigados y de hombres
imponentes, grandes como las nubes, que montaban seis caballos a la vez y que los fustigaban con unas sábanas
en llamas. Las escenas descritas son mágicas, como aquella en la cual un grupo de chicos que va a pasar unos
días de campamento viaja encima de un camión y divisa desde las alturas el mar (Un carraspeo
extraordinario). A veces las historias son contadas en tercera persona, otras en primera, pero nadie puede
dudar de la habilidad de Thomas para narrar lo autobiográfico sin recurrir al ego, al delirio del genio o a la
retórica. En el cuento que cierra la colección --tal vez el relato de amor por excelencia del libro-- se
describe a sí mismo en los siguientes términos: no era él un poeta que vivía y caminaba como un auténtico
poeta: no era más que un muchacho joven en un pueblo de la costa, en un caluroso día festivo, con dos libras
para gastar. No tenía visiones; tan sólo tenía dos libras y un cuerpo pequeño, con los pies plantados en la
arena de desperdicios. La infancia y la adolescencia están narradas aquí bajo una luz muy fuerte que señala
su pureza y las contrapone a la muerte, pero sin llegar a la idealización sentimental. Hay también espacio
para la locura, para el dolor, y para los borrachos. Si los cachorros ya tienen el programa genético que los
hará poetas o músicos o lo que sea, parece que también el alcohol tiene sus orígenes en historias remotas. Una
de las más hermosas composiciones de este libro es el primer texto, Los duraznos. Allí, el niño-narrador
cuenta cómo pasa sus vacaciones, que incluyen el aburrimiento de esperar en una carreta que el tío Jim salga
por fin de beber en la taberna. Lo inesperado del cuento es la aparición del amigo del niño, el refinado hijo
de la rica Señora William, testigo horrorizado de las borracheras, la mugre y la obscenidad que salen a
relucir fuera de los algodones de su casa. No es la única situación límite que se relata. Pero siempre hay
aire, ternura, libertad. En Igual que los perros, dos hombres jóvenes hablan bajo un puente; son íntimos
amigos recientes, en la oscuridad de la noche portuaria. Uno juega (miente) e insinúa que no tiene hogar ni
dónde caerse muerto. Y entonces el narrador dice: Yo no quiero irme a casa. No quiero sentarme junto al
fuego. No quiero irme a la cama. Me gusta quedarme aquí, de pie, sin nada que hacer, en medio de la oscuridad,
a solas. En la obra, la fealdad de la vida se convierte en belleza. La mirada del poeta convierte lo cotidian
maravilloso.
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